10.22.2004

ROBERTO

“A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,
mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti.
A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías.
A veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón
y un movimiento de la noche.
A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que
una mancha de aceite en el agua.
Y es la hora de encender ciertas luces y caminar por la casa evitando
el estallido de ciertos rincones.
En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas.
En tu pecho hubo tardes que al final del verano todavía miré encenderse.
Y estás son aun mis reuniones contigo,
el deshielo que en la noche deshace tu máscara y la pierde”*

Hoy escuche tu nombre. No es que viva del recuerdo o que mis ganas se alimenten de fantasmas, o que mi necedad por evocarte sea más terca que mi propia soledad. Solo es...
- Ella decía, si, está aquí... Es Roberto.

Yo evadía el nombre tratando de concentrarme en el plan detallado, mientras mi mente volaba hasta tratar de encontrarme en algún recóndito lugar de tus recuerdos (hay tanto que desearía compartirte justo ahora).

Concilié a puro dolor que no me recuerdas y que te he necesitado más de lo debido. Que no me escuchas, que no estás y que ni siquiera tengo que recordar que te quiero.

Y entonces trata de llegar la coherencia: tranquila no hubo nada, no paso nada, no existe nadie asociado con ese nombre, la la la, vuelve a sonar, si? Llama Roberto -sigo soñando-, si? No es real, no está, no es para mi, no me conoce, no responde, no me necesita, no hay conexión, no lo necesito, lo quise mucho, el pasado no tiene poder, no me importa...

Ninguna afirmación o hecho me hace ponerte lejos de mis ganas (esas que están aun más cerca que tu propio recuerdo) y te prometo que lo intento casi cotidianamente. Ayer te marque, solicitando con toda el alma poder escucharte. Sin respuesta.

Desearía de corazón que me conocieras, que me entendieras y sobretodo que disfrutaras aunque sea un poco de mis sueños... Craso error, el amor no se desea... El amor se respeta y por petición indirecta esto no queda ni siquiera concluido. ¿Dónde te perdí o es que en realidad nunca te encontré? ¿perdonaras en algún momento mi recurrencia? ¿Aprenderé a vivir con el recuerdo?
Entonces deseo de verdad no recordarte... No verte y no serte más de aquí para siempre. Si es tan simple, ¿por qué sigues aquí a pesar de mis voluntades?
¿En algún momento evocas mi nombre?
¿Fueron reales mis momentos contigo?
Digo bien, mis momentos aquí quedan, no se pueden ir... Veo las heridas y lo confirmo. “Las cicatrices nos recuerdan que el pasado fue real”.

Suspiro y sueño... Deseo tanto que estés conmigo... No es por soledad, no es por terquedad, no es -solo es- y lo sé. ¿por qué tengo que justificar esto que siento? ¿por qué deseo omitirlo?

He de reconocer que no quiero que te vayas, aun cuando nunca hubieras estado a mi lado.

* El otoño recorre las islas, de J. C. Becerra.
p.d. Yo, he de confesar mis vicios, recaídas y verdadero amor.
p.d.2 Mugroso: luv u, ayer...
p.d. 3 Lo dicho no hay peor dolor “que anhelar lo que nunca jamás sucedió”.

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